Esta frase, extraída del libro "Dar para recibir: el secreto del éxito en los negocios", es acuñada hoy en día como lema en algunas empresas. A lo largo de mi trayectoria profesional siempre he confiado en la bondad de esta frase, y después de muchos años llego a la conclusión de que siempre "damos" esperando recibir algo a cambio; este algo, no tiene por que ser del tipo material, quizá en muchos casos lo que esperemos sea reconociemiento, agradecimiento, o recibir algún tipo de retroalimentación que nos haga llegar momentáneamente a la vanagloria.
La majestuosidad del verbo "DAR" se ve casi siempre limitada por esa tendecia a recibir algo a cambio, lo cual me hace pensar que no fuimos educados para dar sin condiciones, para dar sin límite. A lo largo de la vida somos instruidos en muchas materias, pero fracasamos en lo esencial y los valores humanos cada vez se enseñan menos. Quizá sea esta la condición humana, cuando algo no nos reporta ningún beneficio, es que no sirve para nada.
¿Acaso las personas invierten en algo sin esperar un rendimiento, unos beneficios? Se puede decir que en el 90% de los casos (dejando el restante 10% para la duda), siempre damos esperando algo a cambio, y sería una falsedad por mi parte no admitir esta coyuntura, o engañarme a mí misma creyendo que doy o me doy sin límites. A partir de ahí, y descubriendo esa entrega "enmascarada", habría que analizar la calidad o el valor de lo que damos y como lo damos; si realmente damos las migajas que nos sobran o si somos capaces de dar algo más, independientemente de lo que esperamos recibir a cambio. Quizá habría que embriagarse de la figura de Jesús de Nazareth, dejando a un lado su divinidad, haciendo un estudio antropologíco y sociológico sobre su faceta humana, para comprender en que consiste ralmente la entrega sin límites.
1 beduinos en el desierto:
Hola Ruth.
No creo que nos sea posible dar sin límites, pero sí crecer en incondicionalidad al dar.
Abrazos
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