Tras cinco interminables minutos, acunados por el baile de sombras de aquellos extraños seres que caminaban hacia atrás, un ruido sonoro y seco hizo retumbar toda la estancia del vagón en el que me encontraba. Por la parte izquierda vi pasar a toda velocidad un extraño tren y pude atisbar personas, muchas personas en su interior, algunas incluso viajaban de pie, pero lo que más me sorprendió es que eran personas de carne y hueso, casi sin ningún tipo de rareza apreciable a simple vista. Entonces caí en la cuenta de que quizás aquel era el tren de la Vida, aquel que yo tenía que haber cogido desde primer momento, aquel que corría a velocidad de vértigo deslizándose por los caminos paralelos de hierro, aquel que apuntaba ya su marcha muy lejos de mi alcance.

Por fin mi tren, el que yo libre y autónomamente había escogido para subirme, se puso nuevamente en marcha por los mismos caminos que el tren que nos adelantaba segundos antes, pero seguramente con muy distinto destino; absorto decidí abandonarme a contemplar el paisaje que seguía traduciendo los campos descritos por Edgar Allan Poe. Y es así, sumido en aquellas visiones e indiferente a mis compañeros de viaje, abriendo poco a poco la puerta a la resignación más absoluta, como voy cayendo en un profundo sueño, cuando parece que ya está todo hecho, cuando se jugaron las últimas cartas y cuando todo el entorno parece decirme una y otra vez, que perdí la manga.

No sé cuánto tiempo permanecí dormido o semiinconsciente en aquel asiento de aquel viejo vagón de tren, ni si quiera sé si pasaron horas o días enteros; pero al abrir los ojos vi que algo en el entorno de allí fuera había cambiado, que los marrones y ocres habían dejado paso a un extraño blanco luminoso que lo cubría todo, !era nieve! comprendí entusiasmado, - !Ha nevado!- me volví para gritarles a mis compañeros de viaje incluso a sabiendas que ni se inmutarían; aún no les había dirigido la palabra desde que subí al tren. Pero al girarme me di cuenta que allí no había nadie, que estaba yo solo en todo el vagón. ¿Habría parado el tren mientras yo dormía y se habrían bajado todos? o ¿acaso estarían en otra estancia? No lo sabía pero tampoco me importaba mucho, su ausencia me proporcionaba un extraño alivio mientras una brizna de esperanza se apoderaba de mi ser. En otro tiempo hubiese hecho una expedición por aquel misterioso tren de idas y venidas, de gente ausente y carente de significado, pero está vez preferí abandonarme a la nueva contemplación del paisaje.

Ahora el tren parecía volar por parajes nevados, me ofrecía imágenes que ya no estaba acostumbrado a contemplar, seguramente bajo el manto de nieve seguían aguardando los marrones y ocres que cubrían la vegetación infértil, pero sólo el hecho de tener otro aspecto le infería belleza natural. Debía haber pasado muchas horas desde la nevada, pues el pico de la montaña presentaba ya un extraño deshielo que me asombraba y desconcertaba, pues ante mí seguía habiendo nieve, mucha nieve, tanta que apetecía bajar y juguetear en ella. Jugar -suspiré-...., como cuando era niño, como cuando mi vida era mía propia; hacía tanto tiempo que esa simple palabra abandonada no regresaba a mi mente que casi me sorprendió el hecho de pensar en ella. Sí, me gustaba mucho jugar antaño.

Seguía inmerso en esos pensamientos infantiles, en los juegos inocentes, en las miradas ilusionadas, en las estrellas fugaces de las noches de verano durmiendo al raso de un cielo estrellado, cuando atisbé debajo de los picos de la montaña un verde luminoso que me deslumbro por completo.

¿A dónde me llevaría ese tren? ¿Y si al final no me hubiese equivocado, y si el instinto de supervivencia hubiese obrado acertadamente? De repente una mano helada sobre mi hombro me sobresalta, y al girarme le vi a él.
Ruth: 20/01/10




Recobro el aliento perdido sentándome junto a la ventanilla, cuando nuevamente el tren se pone en movimiento lentamente para ir entregándose progresivamente a la velocidad para la que fue engendrado. Siento el efecto de la inercia sobre mi cuerpo ya desacostumbrado a los vaivenes y al sutil movimiento, al que pronto voy acostumbrado cada órgano de mi cuerpo. Pierdo la vista en aquel paisaje de marrones y ocres que se aleja tras de mí, mientras fijo sutilmente la mirada en la instantánea diminuta de la cuidad dormida, que se difumina por segundos y de la cual veo emerger largos brazos, como queriendo atrapar aquel tren con el que me alejo para descubrir aquello que ni siquiera sé si existirá realmente, aquello con lo que he soñado desde el momento en que decidí no entregarme a la somnolencia general y soñar despierto, pero soñar realmente, para cubrir de vida los sueños, aquello que inútilmente traté de contar a los seres con los que cohabitaba en aquel espacio y tiempo que sin duda no era el mío, aquello que yo llamo "La Cuidad Azul" y que vagamente fue catalogado como sueños de bohemio loco.

Vuelvo a situarme nuevamente en el interior de mi ansiado tren, alejándome de aquel paisaje que me devuelve el entorno, pues es tan despreciable y miserable como la propia cuidad dormida; y es en ese preciso instante en que vuelvo la vista cuando los descubro ahí sentados asimétricamente, separados los unos de los otros por un asiento o una hilera de los mismos, con sus caras cadavéricas enclavadas en mí, y un sudor frío recorre nuevamente mi espalda para latigar mi espina dorsal. Instintivamente me observo a mí mismo, para ver si mi imagen es la misma que desprenden ellos mismos, pues allí parecen todos iguales, y con alivio descubro que yo sigo siendo yo a pesar de todos estos avatares de mundos perdidos en los que estoy inmerso; pero una duda atenaza mi mente, y me pregunto inquisitivamente cómo me verán ellos, pues igual ven en mí también los trazos de la osamenta que cubre mi cuerpo reflejando así la misma imagen cadavérica que ellos me transmiten; pero el hecho de que todos y cada uno de ellos me mire tan fijamente me da a pensar que de algún modo intuyen algo diferente en mí, algo que no es común entre todos ellos, algo que quizás hasta les infunda miedo o temor, aunque realmente el asustado siga siendo yo mismo.
Por un momento empiezo a desesperar con la idea de haberme equivocado de tren, ya que con las prisas cogí el tren que había allí detenido sin pararme a pensar cuál era ni a dónde se dirigía, pero la verdad es que el tiempo no jugaba en mi favor y quizás de haber entrado en planteamientos profundos hubiese perdido la única oportunidad que se me ofrecía. Sigo mirando sus cóncavos ojos convertidos en sendos agujeros negros, temiendo acabar en otra cuidad peor aún que la cuidad dormida, quizás la cuidad cadavérica.

Trato de huir de aquel desasosiego general mientras el tren sigue avanzando sin detenerse tan siquiera en otra mísera cuidad de la que rescatar a más personas con deseos y esperanzas de escapar de allí, mientras el tiempo sin vida sigue apoderándose del paisaje de aquel extraño viaje acabado de emprender.

De repente escucho el chirriar del tren y aquel inesperado frenazo que hace que la inercia me empuje hacia delante casi cayendo sobre el asiento delantero, mientras que a todos mis compañeros de viaje parece que aquella sacudida no les importe demasiado, como si sus cuerpos realmente estuviesen muertos siguen quietos, con la cara cadavérica vuelta hacia mí y sin hacer el mínimo movimiento. Parece que el tren se ha detenido pero las puertas no se abren como en la cuidad dormida, sigue quieto, y empiezo a preguntarme si el conductor también será uno de estos que me acompañan y me desesperan. Por la ventanilla veo pasar a la gente por el exterior, debemos estar en otra cuidad del perimundo, me asombra el hecho que de todos caminen hacia atrás, mientras cae de nuevo mi alma en picado al descubrir otra cuidad más de muertos en vida, gentes ajenas las unas de las otras, que a pesar de andar de espaldas ni siquiera se rozan.


Nervioso espero que el tren siga su curso, que me lleve a otro lugar, que mi destino sea el que soñé...
Ruth: 27/12/10


Coger aquel tren se había convertido en lo más importante de mi vida; aquella extraña somnolencia poco habitual en mí, a la que me había entregado horas antes hacía peligrar todo mi mundo, había esperado tantos largos y tediosos años a que ese peculiar tren se detuviera por escasos segundos en esta ciudad inhóspita, que no podía permitirme el lujo de que se marchara sin mí. Las agujas del reloj que durante todo este tiempo había contemplado pasando lentamente y derramando sus inútiles horas, ahora extrañamente habían tomado una vertiginosa velocidad, marcando segundos y minutos que corrían contra mí, mientras observaba el reloj girar y girar enloquecido.

Salí a la calle todavía oscura, pero como siempre repleta de seres inertes que dormitaban en cada una de sus esquinas. Los niños del parque seguían petrificados en sus columpios balanceándose a merced del viento, con sus pequeños ojos cerrados, las madres en su monótono ritual sentadas en los bancos con sus cabezas agachadas y sus miradas ancladas en la tierra infértil. Los bares seguían llenos de personas en estado de shock sumidos en la narcolepsia total, inmersos en sus mundos carentes de pensamientos, sin voluntad y vencidos por la epidemia que parecía maldecir aquel lugar.

Seguía corriendo a través de calles donde la cuesta abajo se convertía en callejuela empinada por la que me constaba ascender, mientras las luces de las aceras se apagaban en el momento justo en que necesitaba que me alumbrasen, para luego volverse a encender tras de mí. No entendía que extraño efecto estaba teniendo aquella cuidad sobre mí, se me escapaba el por qué aquellos parajes no querían dejarme marchar, no entendía que con todo lo que había maldecido sus lugares y sus gentes no me facilitara ahora mi marcha en la búsqueda real del significado de mi vida, y que esa tierra, y esas calles y esas aceras, se comportara ahora como madre parturienta incapaz de seperarse de su hijo maldito. Atónito contemplaba todo aquel paisaje en mi huida, sin llegar a comprender su sentido ni significado.

Mis pies ligeros empezaban a pesar cada vez más, las fuerzas parecían diluirse por mis brazos para escaparse por la punta de los dedos, la voluntad, tan fortalecida durante todos aquellos años, parecía dispuesta a abandonarme justo cuando más la necesitaba, y la buscaba en mi interior desesperadamente mientras los interrogantes de lo vivido azotaban mi cuerpo de manera gradual.

Del cielo empezaron a desprenderse unas minúsculas gotas que presagiaban el llanto al que el firmamento iba a entregarse. La mágica sensación de la lluvia sobre mi cara pareció despertar los sentidos que habían decidido abandonarse a aquel sueño infinito y mortal que tanto me había costado apartar de mi vida mientras todos los demás se rendían a sus pies. Agradecí la bendita lluvia purificante que ya me bañaba hasta calar mis huesos.

Corrí aún más en busca de aquel tren del cual había perdido las coordenadas exactas, corrí enloquecidamente como si fuese lo último sensato que haría en mi vida, corrí hasta que mis pies parecieron volar por un asfalto polvoriento del cual quería escapar y que parecía lleno de grasa de motor que me adhería al suelo del que quería huir. Y vi el tren en movimiento, lo vi ecplisándome por su belleza, lo vi fundiéndose en los caminos de hierro, pero no sabía a ciencia cierta si llegaba o se marchaba, y corría tras él aún a sabiendas que de haber partido ya nunca pararía, y llegando a golpearlo con toda mi fuerza, con toda mi rabia, porque en él se escondían mis sueños e ilusiones, mi vida lejos de la cuidad dormida.............


Unos intensos pitidos anunciaron el cierre de las puertas mecánicas tras de mí.
Ruth: 24/01/10


" ¿Qué es la vida sino un inmenso regalo?" me dices a menudo entre líneas que envuelven mil fantasías, que acurrucan el alma que habita en este cuerpo que late y siente, donde alocado palpita el caballo desbocado que anida en mi caja torácica. Y yo, que sigo con mis interminables e inumerables batallas, chocando contra los muros contingentes al igual que aquellos coches de tu niñez, que sigo derramando sobre tu espalda mis intensas preguntas; me quedo contagiada de tu "Sí rotundo ante la vida", y de él mismo procuro hacer mi bandera, para proyectar los nobles ideales de los cuales quiero alimentar mi alma, aquellos que no quiero perder a pesar de los avatares que esta misma vida me pone por delante para construir mi bagaje, el que me lleve a conquistar el futuro que se abre ante mí, intentando captar cada instantánea para sentirla, para vivirla.


Y así, como la niña que abre sus juguetes nuevos, voy desenvolviendo poco a poco todos y cada uno de los compartimentos de este gran regalo que es vivir, me dejo envolver por estos colores con los cuales pintar mi universo, me dejo mecer por las dulces melodías que recorren los recovecos de mi ser, me dejo llevar por los caminos sin fin que conquistan nuevos confines, tratando de conquistar el sentido de mi vida, a su caza y captura en todo momento, sabiendo que más allá aún hay algo más maravilloso por descubrir, pagando el precio que haya que pagar sin miedo, y tratando de quedarme -como tú bien dices- con las cosas buenas, con lo que realmente me hace feliz.
Ruth: 17/01/10

"EL ENIGMA (SALVADOR DALÍ)"

A los de afuera de la muralla, podéis seguir ahí tranquilos, permaneced en vuestra posición expectante, el circo continua, la película no acaba, siempre habrá algo nuevo que ver y contemplar, que criticar, algo de lo que seguir compadeciéndose, algo que os haga reír, lo que nunca habrá es algo que os haga llorar, de esto estoy bien segura. Hacéis bien en mantener esa posición diplomática, no os ensuciéis las manos, no merece la pena. Seguid siendo espectadores, no os molestéis en ser partícipes, es demasiado doloroso, demasiado quebradero de cabeza, demasiado tiempo el requerido para tal acción, seguid complacientemente ahí afuera, a la distancia que os he otorgado, no os acerquéis ni a mirar por la rendija, no busquéis ningún minúsculo agujero, dejad pasar el tiempo, mi tiempo, vuestro tiempo. Prometo seguir tratándoos con cordialidad, con educación, con mis buenas maneras, pero en la distancia. Cada cual que se amolde en su sitio, hay quien estuvo ahí desde siempre, hay quien llegó a entrar y ahora está a la misma altura que vosotros, no le interroguéis, no sacaríais nada en claro. Nadie, jamás, sabrá exactamente, realmente, a ciencia cierta, lo que hay detrás de la muralla o dentro de ella. Una vez más, vuelvo a marcar la distancia, vuelvo a cerrar la única puerta que abrí, vuelvo a mi interior, a mis rarezas, a mi mar, a mi océano del que nunca salí y al que nunca tendría que haber dejado entrar a nadie. Las presas vuelven a cerrarse mientras sé que vuelvo a desvariar, vuelvo a cometer los mismos errores, vuelvo a suplicar benevolencia, mientras todos seguís con vuestras vidas normales, ajenos, solo merecéis mi indiferencia. Pero aún así vuelvo a pensar, vuelvo a preocuparme, os saco el hilo conductor para escuchar todos vuestros problemas cuando los tenéis, vuelvo a estar ahí en la distancia, pero ahí prestándoos la atención que no merecéis. A todos vosotros, a los de afuera, a los inmóviles y a los osados que por curiosidad consiguieron asomar la cabeza, (estos son los peores pues me llegaron a defraudar tanto), quedaos quietos, no os mováis, me harté de vuestra diplomacia, de vuestra indiferencia, de vuestra actitud, de vuestra arrogancia, no servís ni para dar malos consejos, ni en eso os esforzáis, autistas, mis queridos autistas de ahí fuera. Una lista sube y otra baja, pero aquella ya no puede bajar más mientras la otra puede subir y subir, hasta cifras inalcanzables. Y detrás de la muralla, lágrimas furtivas, soledad, frustración, desesperación, desolación, y de nuevo vuelvo a estar en la encrucijada de varios caminos que se entrelazan ente sí, mientras yo quedo sola en el centro, alejándome de mi centro de gravedad, alejándome de todo, abriendo un poco más lo ojos a la cruel realidad que ni siquiera sé si es la realidad misma o la distorsionada una vez más……………………
(Dedicado a todos aquellos que tanto me defraudaron).
Ruth: 15/01/10


Ahora que te observo perdido y distraído con las flores del jardín, me llaman susurrantes con su inconfundible eco, invadiendo mi mente esos recuerdos que quisiera haber retenido en el tiempo a sabiendas, de que no es posible frenar el movimiento de la propia evolución. Y aunque los médicos digan que ya se acerca el final y que pronto dejaré de estar aquí compartiendo como siempre nuestras vidas, sé que pase lo que pase jamás nada ni nadie podrá arrebatarme esos recuerdos, esas imágenes que nítidas a través del tiempo, siempre han formado el elenco de mis momentos felices.

La primera vez que alguien me habló de tu existencia me invadió la felicidad y a la vez el temor; ese temor a no estar a la altura de las expectativas, a no saber cómo actuar, a una responsabilidad inesperada, y en definitiva una vez más, el temor a lo desconocido.

La primera vez que escuché tu llanto, me invadió un torrente de felicidad que hizo que un mar de emociones y sentimientos se desbordara, convirtiéndose en sendos torrentes que se deslizaban por mi rostro; ambos llorábamos al unísono, mientras alguien te depositaba sobre mí para sentir esa primera vez de tenerte entre mis brazos.

La primera vez que mis ojos contemplaron los tuyos supe que la espera había merecido la pena. Fue el momento mágico en que dos vidas quedan unidas la una a la otra más allá de la propia existencia; hasta en la eternidad.

La primera vez que me buscaste intentando orientar tus primeros instintos, vencido por tus propios estímulos, me hiciste sentir la persona más especial del universo, y con ello sentir que era la persona más importante en la vida de alguien.

La primera vez que te dormiste en mi regazo, pude sentir tu respiración acompasada y relajada, como nunca antes había sentido.

La primera vez que tu mano se acercó a la mía, y que con tu inmensa fragilidad te agarrabas a mí del mismo modo como te agarrabas a la vida, sentí el mayor estremecimiento de los que hasta el momento pude haber vivido.

La primera vez que tu boca se acercó a mis pechos buscando alimento, me sentí una vez más la persona más feliz del universo. ¡Qué extraña sensación aquella!, ¡qué mágico regalo de la naturaleza!

La primera vez que escuché tu risa los cielos se abrieron para mí mostrándome la más bella melodía jamás escuchada.

La primera vez que enfermaste creí que se me iba la vida; sigo siendo incapaz de verte sufrir.

La primera vez que me llamaste, que de tus labios salieron esas pocas palabras, sentí que el universo dejaba de girar, que todo se detenía por un instante para magnificar aquel primer momento único e irrepetible de nuestras vidas.
Y desde entonces, supe que nos esperaban mil primeras veces más que vivir y a las que aferrarse.

Ahora que estás en el umbral de la puerta de la cocina, con tus cabellos rubios alborotados y con esa sonrisa franca y limpia, vuelves a hacerme feliz en medio de mi angustia. Depositas con sigilo esas amapolas rojas que robaste de nuestro jardín y que sabes que tanto me apasionan; y siento que mi vida aunque se apague y marche seguirá latiendo dentro de tu corazón, porque ambos formamos una sola vida…
Ruth: 10/01/10


Para qué quieres respirar, si el aire que respiras te intoxica...


Para qué quieres andar, si el camino te lleva al abismo....


Para qué quieres dormir, sin los sueños son tremendas pesadillas...



Y para qué quieres comer, si la comida que ingieres no te alimenta...

Si no me vas a leer no hace falta que te pongas en la lista...

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Defiende tu derecho a pensar, porque incluso pensar de manera errónea, es mejor que no pensar....... HIPATIA DE ALEJANDRIA

GRACIAS JOSE ALFONSO

A Ruth Carlino (Viajando al desierto) .6 de Septiembre .Festividad de Ntra. Sra. de las Viñas .

"Percibo que, de repente,
conmigo viaja la gente.

Se paga al nacer, peaje
y todo es peregrinaje,
cada cual con su bagaje
en pos del cierto accidente.

Percibo que, de repente,
conmigo viaja la gente.

Trenet de feria es la vida.
Bien a la vuelta o en la ida,
sobre raíles se olvida
que no es cierto lo aparente.

Percibo que, de repente,
conmigo viaja la gente.

Llega el otro y marcha el uno.
El de acá es más oportunoque el de allá,
no habiendo alguno.
Todo igual es diferente.

Percibo que, de repente,
conmigo viaja la gente.

Quién soy yo; por dónde voy;
cuál será mi destino hoy,
me pregunto, por qué estoy
si al estar, vivo en pendiente.

Percibo que, de repente,
conmigo viaja la gente".

Jose Alfonso.
http://callejadelahoguera.blogspot.com/