¿Alguna vez te has preguntado hacia donde te lleva la inercia de tu vida?
Desde que nacemos nos vemos condicionados por todo el contexto que nos rodea, aprendemos y nos desarrollamos básicamente por la imitación de los modelos que forman parte de nuestras vidas, nos socializamos en base a esa imitación de conductas adapatadas que se nos muestran como "correctas". De este modo vamos entrando en una espiral infinita que nos va llevando de la mano a lo largo de todo nuestro ciclo vital. El ser humano, en constante proceso de aprendizaje va adquiriendo y reproduciendo aquellas pautas culturales y sociales que se consideran adecuadas en cada etapa de su vida. Y como si todo formara parte de un organigrama predestinado, vamos siendo aquello que supuestamente debemos ser, en base a condicionantes como la cultura, el género, el estatus o la educación entre otros. Así es como llegamos a nuestra vida adulta sin demasiadas complicaciones, estructurados como si de robots nos tratásemos, programados para ser lo que somos, sin darle demasiada importancia a lo que realmente hubiésemos querido ser. Por el camino se van abandonando sueños, se van dejando de lado los intereses propios en pro de intereses comunes, se van apagando idealismos; y en contraposición vamos adquiriendo obligaciones, normas, formas de actuar y de pensar.
Todo a nuestro alrededor nos envuelve en esa inercia que nos hace seguir hacia delante, en una sociedad donde prima la velocidad, donde no hay tregua, donde no se ofrece tiempo para deterse, mirar hacia atrás, reflexionar; todo cambia de forma tan rápida que muchas veces no culminamos el proceso de asimilación.
Y cuando osas detenerte, observar el camino por el que transitas, comprender o clarificar metas, cuando esto ocurre, resulta que te encuentras tan metido en el sistema, tan moldeado y forjado, que piensas que es demasiado tarde para cambiar. Por un momento miras el camino asfaltado por el que hasta ahora has avanzado y lo comparas con el camino "nuevo", el que te lleva hacia otro horizonte sin especificar, pero con el te podrías sentir más identificado; y entonces llegan los miedos y las dudas ante lo desconocido, lo no planificado, lo que supone riesgos, y te vuelves a quedar parado en tu kilómetro cero, estancado, lamentándote y con tan pocas fuerzas, que de nuevo la inercia te vuelve a conducir por senderos conocidos.
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