Aquel hombre que a simple vista aparentaba más edad de la que verdaderamente tenía iba encorvado a causa de la artrosis que durante años se había apoderado de él. Vestido con su túnica se apoyaba en una larga rama que tóscamente había convertido en bastón. El sabio no siempre había vivido en el valle. De joven trabajó en una carpintería durante varios años. Pero un día decidió alejarse del mundanal ruido e ingresó en una comunidad de frailes. En pocos años de convirtió en abad de la congregación, cargo que ostentó hasta que se encontró mayor para tales tareas.
Una mañana, al alba, se levantó, recogió sus pocas pertenencias y partió hacia el valle que ahora habitaba. Se marchó de hurtadillas y a modo de despedida dejó una simple nota, ya que sabía que sus hermanos de comunidad no le dejarían marchar así como así y tampoco estaba dispuesto a dar muchas explicaciones, por otro lado, ninguna de las que tenía eran lógicas y defendibles, así que mejor marcharse antes de que nadie se lo pudiera impedir.
En el valle se encontraba feliz y decidió que allí esperaría su muerte en paz. Pero a menudo se entristecía porque desde allí poco podía hacer por cumplir su gran misión de sabio. Echaba de menos que la gente acudiera a él en busca de consejos prácticos o espirituales. Desde allí solo podía hablar con un sinfín de animales que se paseaban a sus anchas por los matorrales, o con las aves que anidaban en los árboles. Le gustaba conversar con ellos, incluso con los vegetales, pero a pesar de ello, le faltaba algo, ese algo vital que siempre había constituido el motor de energía para su vida cotidiana, el sentirse útil, fuese de la forma que fuese.
Aquella mañana se sentó en la gran roca que había cerca de la puerta de su choza, cabizbajo se repetía a sí mismo: “Piensa hombre, que para eso eres sabio. Algo habrá que puedas hacer sin tener que abandonar tu preciado paraíso”. Como única respuesta el murmullo del río, que con fuerza bramaba dejando sonar ese eco de agua fresca que humedecía el ambiente. Fue en aquel preciso instante, mientras el olor a hojarasca húmeda penetraba en sus sentidos cuando se le ocurrió aquella descabellada idea que catalogó de genial. Empezó a imaginar el recorrido del río e indudablemente llegó a la conclusión de que en algún momento llegaría al mar, a la costa, a las personas. Además traía la fuerza suficiente como para arrastrarle a él mismo. Durante unos instantes, pensativo se rascó la barba descuidada. “ !Eureka! -gritó al fin. Cada día escribiré un mensaje a modo de pauta o consejo que lanzaré en una botella al río” Tardó unos diez segundos en caer en la cuenta de que no poseía ni una única botella. Pero aquello en vez de desanimarle hizo que se aferrase más a su idea. Después de barajar varias posibilidades dio con la solución a su problema. Buscaría ramas pequeñas pero gruesas y con sus conocimientos de carpintería elaboraría canutillos. La idea era perforar las ramas hasta hacer un agujero fino pero lo bastante profundo como para introducir el papelito y protegerlo del agua.
De esto modo al día siguiente escribió su primera cita, la depositó dentro de una rama y la lanzó al río, esperanzado con que alguien la encontrase y preguntándose cuanto tiempo permanecería sumergida en el agua. “Quizá nunca la encuentren –se decía en voz baja, pero la voz de la esperanza gritaba con júbilo: Solo con que encuentren una y sirva a la persona que la obtenga, todo esfuerzo habrá merecido la pena.
Aquello se convirtió en un ritual, la primera acción del día, y cada tarde con sumo cariño el sabio preparaba la ramita que serviría de canutillo para el día siguiente…..
¿Pero qué esperabas?, ¿por qué no aprendes de los errores del pasado? ¿por qué vuelves a pintar piedras? No es que la vida te las ponga por delante, es tu predilección por ellas. Siempre dijimos, pequeña niña, que las caídas nos ayudaban a madurar, pero por mucho que me lo niegues, por muchos esfuerzos de autoconvencimiento que te hagas y me hagas, siempre vuelves a tener escondidas e intactas esas esperanzas e ilusiones para con las dichosas piedras, y en cuanto aparece una nueva te vuelcas a por ella sin escudo ni protección, sin armadura ni disfraz, y una vez más, sin intentar protegerte, creyendo que esa piedra es única, especial, pero en realidad es como todas las demás, no existen las piedras especiales, ni tú misma eres una de ellas, porque si lo fueras no actuarías de un modo tan irracional.
Y ahora vuelves ante mí, cansada y ojerosa, con tu vestido de color de rosa manchado de barro y las lágrimas deslizándose por tu rostro, y una vez más te veo arrodillada en el suelo flagelándote por la inevitable caída; ¿Y qué se supone que tengo que hacer? Lo de siempre, lo sé………….
El frío adiós del andén, me dejó tirada en la cuneta del todo que me habías entregado justo antes de marcharte. Mi cuerpo, evaporado momentáneamente parecía desviarse en un vertiginoso ascenso, el cual carecía de control, mientras perdía del todo la consciencia del ser enterrado entre los raíles de aquella perdida estación desde la que te vi partir. Temblaron mis piernas mientras me dejaba caer sobre uno de quellos fríos bancos de hierro, temblaron como si no existiese suelo que pisar, como siendo engullida por arenas movedizas. Y aún estando presente, con el corazón encogido y el nudo en la garganta, aún así, sentía en aquellos primeros instantes como si el triste adiós no fuera conmigo, como si no fuera yo la que estaba allí plantada muerta de frío frente al umbral de aquellos caminos de hierro que te llevaban tan lejos.
sumergida en el océano que nos separa
sigo pensando en ti.
Te acomodo entre mis sueños y fantasías
y sigo pensando en ti;
desnuda, sobre mi cama, arropada,
sigo pensando en ti.
Te invito con mi pensamiento a desnudar a la noche
juntos, asidos fuertemente de la mano,
a entrar en ese mundo donde todo es posible,
nuestro mundo, nuestro universo,
y todo ello sin dejar de pensar en ti.
Suena el despertador, vuelvo a la realidad
pero no dejo de pensar en ti;
ni un momento, ni un instante, ni un segundo,
dejo de pensar en ti.
Me es lamentable comunicaros que si en breve no llega el dinero de las subvenciones pactadas con la Generalitat Valenciana, el Centro Ocupacional de discapacitados psíquicos La Costera-La Canal de Xàtiva, cerrará sus puertas el próximo 1/1/2010, dejando a todos sus empleados en el paro y a setenta y cinco usuarios en la calle, personas que encuentran en el Centro Ocupacional un lugar de encuentro, de comunidad, de aprendizaje continuo, personas que por el hecho de ser discapacitadas psíquicas carecen de oportunidades efectivas en las que desarrollarse individual y colectivamente, y que dicho Centro trata de paliar. Usuarios que ante todo merecen un lugar propio y común donde aprendan a aceptar sus limitaciones y a superar las barreras que esta sociedad les impone por costumbre. Usuarios que se sienten útiles para la sociedad aportando su trabajo diariamente en el Centro Ocupacional; pero parece ser, que esto no importa tanto al gobierno de Camps, para ellos quizá sea más satisfactorio ver a Alonso y Cia dando vueltecitas por la Capital, o a cuatro barcos compitiendo en aguas valencianas.
A todos aquellos que vivan en Valencia o alrededores, y quieran solidarizarse con estos usuarios, con sus familias, con la asociación ASPROMIVISE y con los empleados de dicho Centro, os invitamos a reuniros con nosotros el próximo 18/12/09, en la Plaza Manises (frente al Consell), en Valencia, a las 11.30 de la mañana.
También pienso que es muy fácil sentarse ante un ordenador y escribir palabras de ánimo a un grupo de mujeres, que lucha por sobrevivir en medio de abismos negros. Pienso que es muy fácil decir lo que se tiene que hacer mirando desde la otra perspectiva, desde el otro lado, sin haber tenido experiencias de este tipo. Como decía escribir así es fácil, sólo se requiere tener algo de buena pluma y un poco de sensibilidad. Es por ello que yo no quiero convertir estas líneas en una simple dedicatoria de buenas intenciones.
No es por placer, que yo pueda hablar de suburbios negros, pero ello ha marcado mi forma de ser también de una forma positiva porque me ha dado el don de empatizar con las personas que sufren, y la oportunidad de la resiliencia, entendida para mí como el mero hecho de sobreponerse de las situaciones negativas y salir de agujero negro. Capacidad que creo firmemente que cualquier ser humano, incluidas todas vosotras, sufráis por las causas que sufráis, podéis llegar a poseer.
Lo fundamental en estos casos es que sepáis que siempre hay una salida por muy negro que se vea el túnel, que tengáis la seguridad y la confianza de que al final siempre está la luz que alumbra el camino. Cierto es que cuando sufrimos experiencias fuertes y dolorosas, cuando poseemos historias de vida que marcan tanto nuestra existencia, parece que esa luz quede muy lejos, parece que se pierdan las ganas de avanzar hacia ella, pero hay que seguir haciéndolo por vosotras mismas y por vuestros seres queridos. Yo no os voy a hablar de caminos asfaltados fáciles de transitar, porque entiendo que eso sería como una burla hacia vosotras; el camino es angosto, empinado y lleno de piedras, y en más de una ocasión caeréis y os haréis daño nuevamente. Tampoco os quiero alentar diciéndoos que la luz vendrá sola a vuestro camino porque esto sólo ocurre en las películas. La luz llegará, pero entrará poco a poco y después de que asumáis el riesgo y la valentía de perseguirla con todas vuestras fuerzas, no creo sinceramente que ocurra antes.
En todo caso pienso sinceramente, que vuestra mejor arma para afrontar vuestra vida es el acceso a la educación y a los procesos de enseñanza-aprendizaje. Sed conscientes de que en España hay implantada una educación pública, a la que todos tienen acceso independientemente de la edad, la condición, el sexo o la raza. Esta es vuestra llave, la que tenéis que agarrar fuertemente, y que no os de pereza utilizarla. Se pone a vuestra disposición una amplia gama de programas educacionales y de acceso a la cultura desde el MEC y desde el Ministerio de Bienestar Social; y es en la utilización de estos recursos donde podéis formaros para salir adelante y transformar vuestras vidas.
Seguramente ahora penséis que una vez conseguida la estabilidad en vuestra vida, un trabajo digno, y un bienestar razonable habréis llegado al final de vuestro camino. Pero por experiencia propia os puedo asegurar que esto no es así, de que una vez hayáis salvado un escalón, irremediablemente las esperanzas y sueños se reactivan en otros nuevos, de manera que siempre estamos en constante proceso de evolución.
Pensad que todos vuestros sueños son realizables, luchad por ellos, y sobre todo perded el miedo. Os puedo asegurar que este es vuestro mayor enemigo. Las personas que llegan a tocar hondo, que ya no tienen nada que perder, que ya se les arrebató todo, pierden totalmente el miedo porque ya no hay nada que éste pueda hacerles, y es entonces cuando consiguen salir adelante y una extraña libertad de la que otros carecemos.
Tened siempre presente a vuestros seres queridos, por encima de todo a vuestros hijos, ellos merecen más que nadie de vuestro esfuerzo, recordad que el ser humano aprende y se socializa por imitación de las personas con las que se relacionan, y los referentes paternos son los que de algún modo van a marcar toda su existencia; es por ello que tenéis que luchar hasta la saciedad para que ellos no se vean abocados a sufrir como lo estáis haciendo ahora vosotras.
Título: El ilustre de la perla
Nº de páginas: 496
Fecha máxima de lectura: 3 semanas
Los padres de Nancy Astley tenían una ostrería, y no le dijeron que había nacido dentro de un repollo sino que la habían encontrado en una concha. Y la joven vendía ostras en una pequeña ciudad portuaria en la costa de Kent como si ése fuera su destino para siempre. Hasta que un día llegó a la ciudad una compañía de variedades donde cantaba un joven encantador, Nancy se dejó seducir por su voz y por su gracia… y descubrió que en realidad era también una jovencita, como ella.La siguió a Londres, primero como su asistente, luego como su amante, y más tarde, cuando ella también se puso los pantalones, como su compañera de actuación, la mitad de un dúo de falsos hombres que se hizo famoso en los escenarios del West End. Pero esto no fue más que el primer paso de una larga y muy peculiar educación sentimental. Porque en la Inglaterra victoriana, como sucede siempre en las sociedades, y en las familias más respetuosas del orden y la moral establecidos, la trasgresión, los “vicios” más secretos, surgían a cada paso que Nancy daba…
Y por esas cosas de intentar recoger los pedazos rotos, de querer preservar esos trocitos diminutos de espejos con reflejos reconocidos, queridos, sigo teniendo problemas. Pero esos pedazos me pertenecen, quizá no de la manera que tendría que haber sido; pero son míos, y no puedo dejar de atraparlos al vuelo aunque estén rotos y me estén cortando las manos. Son pedazos que forman vidas que están unidas a la mía y que por algún juego del caprichoso destino quedaron hechos añicos; tan dañados como lo estoy yo ahora.
Fantasmas espectrales, bienvenidos seáis, uniros a la fiesta, que acaba de empezar.
Tú que me abrigaste en las noches oscuras de frío, que me envolviste con tus brazos protectores, que aceptaste cada uno de mis defectos sin intentar cambiarlos y que nunca me reprochaste mis errores, eres tú mi puerto seguro, al que acudo siempre que la tempestad enloquece el mar en calma, tú al que me agarro con fuerza como tabla de salvamento, cada una de las tantas veces que parezco zozobrar. Tú que siempre fuiste el faro en mis idas a la deriva. No sé a ciencia cierta, que sería de mí, si tú no hubieses estado ahí.
Tú mi puerto seguro, el que siempre me alarga su brazo, pese a todo y a pesar de todo....
Oigo la melodía del laúd de las notas perdidas tocadas para mí con tus dedos gentiles, dulce composición que me hace recordar, que en aquellos momentos de soledad, cuando la estrepitosa caida se hacía más tortuosa, cuando más bajo caía en cada uno de los pozos sin fondo que esta extraña aventura me ponía por delante, más claras llegaban tus notas hasta mis oídos. Y ahora que caen las horas, delizándose por tus dedos, afaenados en mi causa, me doy cuenta de que tu presencia siempre estuvo allí, por muy mal que se pusieran las cosas, por muy hondo que fuera mi agujero...
Te oigo susurrar en mi oido que pronto estaré lista para emprender nuevamente el vuelo, que me llevarás al precipicio de mi vida, para que salte al vacío, y que serás mis alas hasta que llegue tal momento y me embarga la emoción......., noto acelerarse el corazón ansioso por volver a volar en libertad, imaginando que desde allí arriba también podré escuchar tu melodía, sentado en aquella vieja roca del valle, te observaré desde mi inmensidad, y todo volverá a pintarse, pero esta vez de los colores nunca vistos. Y surcaré los cielos hasta llegar al Arco Iris, con la esperanza de que orgulloso observes mi vuelo, que de tus sabias lecciónes aprendió a ser un vuelo libre, seguro, contundente y directo.
Y ahora que aún ando en proceso de maduración, de superación de mis propios obstáculos; ahora, recuerdo aquel primer instante en que nuestros ojos se cruzaron y se hablaron, mucho antes de conocerse.
No sé si este post, en recuerdo de Nemat, servirá de mucho o de poco, pero si sé que si cierro los ojos, si miro hacia otro lado donde los acontecimientos no duelan tanto, entonces, si que no servirá de nada.
Queridos amigos, espero vuestros gritos de protesta ante esta y tantas situaciones injustas. Y os pido encarecidamente que visitéis este enlace Salvar a Nemat Safavi, aquí encontraréis toda la información sobre este caso y las últimas noticias.
(Gracias a Francisco Galván por darme los enlaces informativos y por involucrarme de algún modo, en la causa de Nemat Safavi)
"Viaje al excitante Mundo de las Letras"
Mucho más que un blog, una apsionante aventura que de ser intentada por el lector, nunca le dejará indiferente.
Así mismo os invitamos a participar en nuestro Proyecto Solidario:
NO MAS LIBROS CUBIERTOS DE POLVO
Esperamos encontraros en esta nueva aventura de la mano de Leinad24.
cuando el sol languidece en el horizonte.
árboles desnudos contemplan el paisaje
mientras tus pupilas, que me atraviesan
lanzan gritos de desesperación.
La vida se pasa en un suspiro,
dejando atrás paisajes de hambre y penuria,
plagas y pestes, muerte y desolación.
Estrellas rojas de siete puntas
alumbradas por lunas amarillas
en una oscuridad abismal,
donde ya no hay oxigeno
donde ya no hay vida.
"La Costera - La Canal de Navarrés"
Continuamente hago las maletas y dejo en casa aquel escudo que me protege haciendo invisible mis pertenencias, y aún así, sin llevarlo puesto, las personas no pueden ver su contenido simplemente con acercarse, pero aún así pueden dañarlas. Una nueva aventura está en marcha y nuevamente me tiro al vacío. El lugar al que voy en esta ocasión es un lugar muy lejano, tan lejano que casi nadie sabe donde está, pero me siento afortunado de que la persona que vive allí confió en mi e iluminó el caminito a seguir. Como todos los caminos, esté es sinónimo de dureza. En el cielo, un sol abrasador me quema, al igual que hace con la arena de ese desierto, y con la llegada de la noche el lugar refresca, y sigo caminando desnudo. Pero aún así, por el día se me abre ante mí un precioso paisaje adunado, y por la noche el más precioso cielo estrellado. El viento me abraza y me lleva casi a volandas por la dirección correcta, cuando ante mí aparece un majestuoso oasis de decenas de palmeras, cataratas de agua fresca y juguetona, sabrosos alimentos, y hamacas… En una de ellas estás tú, la mujer del éxodo al desierto, mostrándome tu interior.Y sé a ciencia cierta, que deberías mostrar ese paisaje a todo el que lo quiera ver, pues es impresionante, y también sé que viajar a través de tus letras se convierte en placentero. No las guardes para tus adentros. Paga el billete para quien te quiera leer, pero hazlo solo de ida, porque no creo que quieran volver.
Entre railes te asomas para morir en las entrañas de la tierra que abre su boca negra para abserber la volatil velocidad para la que fuiste engendrado. Suave te deslizas, moviéndote en los submundos de personas que con deseo te buscan, corren tras de ti, van a tu encuentro. Tú que no distingues razas ni sexos, que absorbes culturas, que te envuelves con ese extraño perfume llamado humanidad. Tú que como madre parturienta te desgarras en lo interno de la tierra, dando a luz el espacio compartido hasta el último milímetro, envolviendo tras de ti cada suspiro, cada anhelo, cada sueño, cada historia de aquellos que se acercan a tus míseras estancias, muriendo en sus rutinas y en sus surrealismos y a la vez dándote la vida que te caracteriza.
Manchada queda tu piel, untada tu barra de stripper, desgarrados tus ojos trasparentes y cristalinos de vahos ajenos y de historias contempladas. Grafitis adornan extrañamente tu recorrido por las entrañas de la gran ciudad que sigue latiendo más adentro que afuera.
Personas y más personas, que vienen que van, que suben que bajan; anónimos seres que se cruzan y chocan entre sí, que sin conocerse se reconocen y que comparten su espacio vital única y exclusivamente gracias a ti; metro que vienes y vas, uniendo puntos en la lejanía de la visceralidad.
Contágiame de tus historias, acércame a todos esos mundos que te engendran, que te poseen, que te aprisionan, que te llenan y te vacían, de cada cual que deja su humilde huella sobre ti; transpórtame con la mirada hasta envolverme de humanidad, hasta sentir al otro, hasta quebrar la frágil linea que separa el mundo que comparto con quienes respiran a mi lado, en un asiento o de pie, aquí donde obligatoriamente invades el espacio íntimo y personal de cada persona sin previo aviso, sin necesidad de pedir permiso, y sin estar mal visto. Veo incomodarse a muchos pasajeros, a mí me pasa lo mismo, pero más allá de lo más o menos cómodo del trayecto, encuentro en tus vagones una extraña unión de seres humanos con sus distintos universos, absortos en sus mundos. Y yo sigo contemplándolos con los ojos que envuelven la novedad, a pesar de haberme adentrado tantas otras veces en este tu extraño universo de vías y caminos de hierro bajo tierra, que me traen y me llevan.
Mis queridos amigos, me marcho unos días a descansar; os dejo la puerta entreabierta para que podais colaros con facilidad.
Podéis entrar como los duendes y alborotar un poco, cambiar las dunas a vuestro antojo, jugar con la luna y las estrellas, y chapotear en el agua del oasis; pero luego me dejáis cada cosa en su sitio que luego no encuentro nada. Tened cuidado no me dejéis calvas las palmeras. He dejado los cactus podados para que no os pinchéis. Os echaré un ojo........ (si me dejan).
Nos vemos en unos días, sed buenosssssssssssssss.
PDTA: Espero que el chico de las plumas se ponga las pilas, que ya me ruge el estómago de tantos días sin mi alimento literario, (tú ya me entiendes).
Aquella mañana de sábado sin obligaciones escolares se le antojó propicia para intentar un acercamiento con el “extraño hombre” al cual llevaba llamando así desde que le vio por primera vez ya que desconocía su nombre. A medida que se acercaba notaba que había algo en aquella figura masculina que le imponía, pero sin embargo no sentía miedo, aquel hombre no le asustaba, más bien le conmovía. Al acercarse más descubrió aquellas pequeñas arrugas que se acumulaban en los ojos y en la comisura de los labios, dándole un rostro de ancianidad que asombró a Emilio, pues lo intuía mucho más joven.
Un tímido ¿hola? titubeante salió de la boca de Emilio, el cual no obtuvo ninguna respuesta por parte del hombre misterioso. De repente algo llamó sorprendentemente la atención del niño, una caja de madera chiquita apoyada en el tronco del sauce. Un deseo irrefrenable le movía a abrirla, una extraña fuerza de atracción se apoderó de él, necesitaba abrir aquella caja, algo desde su interior le llamaba con fuerza. Entonces el hombre levantó la vista clavando su mirada azul de acero sobre la de Emilio.
- Ten cuidado con lo que haces, la última vez que un renacuajo la abrió terminamos en la prehistoria, cazando jabalíes con una lanza. –dijo el hombre de forma contundente pero sin hacer nada por evitar que el niño se acercara a aquella mágica caja.
Por supuesto la advertencia llegó demasiado tarde, porque antes de que hubiera pronunciado la última palabra, la caja ya se hallaba abierta de par en par; y de ella se desprendían rayos luminosos que centelleaban por todas partes.
- Vuelta a empezar, ¡es que uno no se puede tomar ni unas pequeñas vacaciones! –dijo el hombre con resignación; y sin embargo Emilio pudo ver en los ojos del anciano brillos de entusiasmo e ilusión ante un nuevo viaje, el cual él mismo también ardía en deseos de emprender.
- ¡Agárrate fuerte! –gritaba en anciano.
- ¿De dónde me agarro? – preguntaba Emilio el cual no veía sitio donde agarrarse.
- Pues al tronco del sauce. –le explicaba el anciano mientras la superficie empezaba ya a temblar.
- ¿A dónde vamos? –preguntó intrigado Emilio.
- Pues tú sabrás. Al lugar de tus sueños. –respondió el anciano.
De repente todo el barrio había tomado una nueva dimensión, un extraño color ocre; las calles habían dejado de estar asfaltadas para convertirse en caminos terrosos con algunas piedras. El anciano agarró fuertemente al niño de la mano y ambos se dirigieron a lo que parecía un mercado, eso sí, no era un mercado cualquiera, sino un mercado medieval. Al grito de ¡Agua Va!, ambos dos intentaban avanzar sorteando el agua que las mujeres de la casa arrojaban por las ventanas. Se adentraron en el mercadillo mezclándose con la gente del lugar, mientras Emilio se miraba así mismo vestido con aquellos pantalones cortos color marrón que se le antojaban muy ridículos; sobre sus hombros lucía un chaleco a juego con los pantalones junto con una camisa gris. Pero lo que más le impresionaban eran aquellos mocasines puntiagudos con los que tanto le costaba caminar.
Emilio estaba eufórico, miraba alrededor con esos ojos que envuelven la sorpresa de la novedad, que descifraban aquello con lo que siempre había soñado, y que sólo había podido acceder a través de los libros de la biblioteca de su abuelo.
El ajetreo de los caballos que cruzaban las callejuelas, los puestos de venta de comida y artesanía, las águilas que surcaban el cielo y hasta una hechicera que decía adivinar el futuro, junto con un joven ladronzuelo huyendo con un queso bajo el brazo, completaban aquella pintoresca estampa.
- A todos los señores de la villa, se les comunica que se anda buscando por casas y rincones, al joven caballero portador de sueños. El Señor Marqués junto con sus lacayos acudirá hoy al mercado, pues cuentan los rumores de la corte, que el joven Sir Surik se halla por estas tierras huyendo de su deber y responsabilidad de guiar a las gentes hacia sus bellos sueños e ideales. -dijo el pregonero.
- Mi señor, ciertamente dicho caballero se anda por aquí, hasta mí llegó su perfume de sueños encantados. Sería menester preguntarle a la hechicera, pues ella con su magnífica intuición ha ayudado en otras ocasiones a vislumbrar caminos que se antojaban oscuros. –habló el quesero.
- El joven sir Suri, anda de la mano de un anciano, lo vi pasar hace ya un rato. –sentenció la hechicera.
La búsqueda no costó mucho, y en un instante el anciano y el niño se vieron rodeados por todo un tropel de gente que aclamaba: ¡Sir Surik, Sir Surik! ¡Es él, es él!
Un carruaje se detuvo ante ellos, y el Señor Marqués acompañado del Caballero de la Luz descendió salvando los escalones que le separaban del suelo. Pronto una espada se deslizaba suavemente por el hombro derecho de Emilio al cual el anciano había obligado a hincar una rodilla en el suelo.
- Mi querido Caballero, yo le declaro Sir Surik, portador de todos los sueños del reino, hacedor de magias, reclutador de nostalgias y melancolías; y en definitiva, repartidor de felicidad de todos los habitantes de estas tierras. Ahora debe cargar con su legado del cual ya no puede huir, y sembrar las semillas que se depositan en su interior allá donde sus pasos le conduzcan, en estos tiempos y en tiempos futuros, en esta vida y en vidas venideras.
El suave aleteo de una mariposa azul sobre su rostro, despertó a Emilio, o sir Surik, del letargo al que se había entregado junto al tronco de un sauce. Volvía así a su “mundo normal”, pero junto a él una caja de madera, que al abrirla sorprendía con un mensaje envuelto en pergamino, en el que se leía: Sir Surik, en esta vida y en vidas venideras.
Lo hago extensible a Brisa y a Jose, que también andan un poco perdidos en medio del túnel. Yo ya tomé el mío, así que coged vuestro candil y empezar a caminar, porque la luz siempre conduce a la luz, y esa luz nos está esperando a todos, no para alumbranos sólamente, sino también para deslumbrarnos y maravillarnos.
- Quédate quince minutos más, por favor.
Y él le respondió:
- Lo siento tengo que ir a poner gasolina al coche"
Quizás esta conversación íntima entre F y L no debía haberla escuchado, pero la casualidad o causalidad hizo que hasta mis oídos llegasen aquellas palabras que envolvían la estancia en la que los tres nos encontrábamos. Me quedé mirando como se despedían de aquella forma tan fría, pero mis ojos pronto dejaron de mirar aquellas figuras humanas, y aunque siguieran clavados en ese instante, en esas presencias, mi mente ya divagaba a miles de km de allí, sumergida en mis propios pensamientos, y en las muchas veces que quizá yo, actué del mismo modo.
A veces somos tan necios de dar tanta importancia a cosas intrascendentes y triviales que somos incapaces de ver más allá de nuestras propias narices, de pensar en la otra persona que tenemos enfrente, de preguntarnos por qué reclama nuestra presencia; nuestra atención.
Yo que conozco muy bien a L y creo que también a F aunque ya empiezo a perder ciertas seguridades, sé que ella necesitaba esos quince minutos. A veces adquiere actitudes infantiles, pidiendo tonterías sólo por asegurarse que los que la rodeamos estaremos ahí; es su forma de reafirmar que cuando nos necesite de verdad también estaremos, pero esto último no se lo puede asegurar nadie ni quedándose quince minutos más. Quizá esta vez era diferente, porque en los últimos días ella se había abandonado a una especie de ausencia hacia todo y a todos, con un alo de tristeza impregnada en su rostro, quizá ella necesitara desesperadamente una mano amiga, pero fue a recurrir a alguien que necesitaba gasolina.
A veces, pequeñas conversaciones me infunden grandes reflexiones; cuánto tiempo invertimos en sentirnos importantes y ni siquiera se nos pasa por la cabeza hacer sentir importante al prójimo. Cuántas veces hablamos y hablamos, contamos nuestras mil peripecias, y somos incapaces de escuchar al otro, de preguntárle cómo estás, o qué te pasa; estamos tan inmersos en nuestras individualidades que carecemos de los recursos necesarios para percibir a los demás sin necesidad de que nos digan que están bien o mal.
La paradoja de todo esto es que seguramente si LD, CL, Jy, S, A, o cualquiera de ellos hubiese llamado a F, él hubiese parado el tiempo para escuchárles, creyendo que era su obligación, pero con L no pasaba igual, ella no formaba parte del trabajo. Paradójicamente siempre prestamos más atención a los de fuera que a los de dentro. Y tantísimas veces nos perdemos en la efímera e inalcanzable felicidad propia, que no nos damos cuenta, que con gestos sencillos podemos hacer felices a los demás, ayudarles a alcanzar su efímera e inalcanzable felicidad. Realmente pienso que es muy difícil hacerse con la felicidad por cuenta propia, que la única forma de alcanzarla es haciéndonos felices los unos a los otros, porque es mucho más fácil hacer sonreír a la otra persona que hacerse sonreír a uno mismo.
Seguramente a L ya ni le importen los quince minutos, ni siquiera piense en ellos, o sí; pero sé que acabara dándole menos importancia que yo que soy la que menos viene al caso; y aunque sumergida en mis propias paranoias seguiré pensando que merecía la pena quedarse quince minutos y correr un poco más después, si con ello otra persona se sentía feliz por quince minutos; al fin y al cabo nos pasamos la vida corriendo, se hubieran podido recuperar esos quince minutos, de eso estoy segura, tan sólo eran quince minutos. Y ahora, mientras resuena en mi mente aquella vieja canción de Rossana (yo pa ti no estoy), sigo sumergida en los pensamientos de mis propias letras.
Y tú, que a veces eres yo, despiertas a otra realidad mucho mayor para la que pensaste fuiste creada, y miras el mundo con ojos nuevos y una perspectiva que jamás hubieses imaginado. Y nos enfadamos, sí tú y yo; porque yo quiero retenerte, quiero aferrarme a lo cotidiano a lo conocido, y me asusta sobremanera eso nuevo que tu percibes, que describes con tu mirada, que ansías mientras reparas tus alas rotas para emprender nuevamente el vuelo, para escapar del "yo" encarcelado, para surcar nuevos y más interesantes desiertos.
Pero esta noche quiero que me acompañes, que te quedes, que te reconcilies conmigo o contigo, porque es de noche, porque hace frío, y porque te necesito, al fin y al cabo tú y yo siempre fuimos una, y quizá nunca dejemos de serlo.
Mis queridos amigos, tengo que pediros un favor. Necesito saber si veis bien la columna de la derecha donde están los seguidores, las imágenes, el poema, etc. Via e-mail me comentan que esa columna está caída, pero yo desde mi ordenador la veo perfectamente.
Gracias a todos.
Los movimientos artísticos estuvieron muy programados desde los comienzos, hasta se acompañaron de declaraciones, manifiestos, etc. Desde entonces ya nada sería igual.
Aquí tenéis una obra de el primer movimiento vanguardista, el Fauvismo. Esta es una obra de su partera, Henri Matisse. Su título: La alegría de vivir.
Hablaremos más acerca de Matisse y sus colegas fauvistas.