Dudo un instante si seguir con este ritual que ya se me antoja estúpido, o abandonarme a la mediocridad tratando que mis días pasen sin más componiendo un calendario obsoleto de días, semanas, meses y años. Me pregunto constantemente de qué sirve golpear una pared de hormigón cuando mis manos amoratadas ni tan siquiera son capaces de hacer una mínima fisura, cuando el otro lado se percibe aún demasiado lejos, cuando ni una brizna de esperanza parece reflejarse en este espejo que tan solo me devuelve una imagen que ni siquiera se parece a mí misma. Y lo miro o me miro ahí, sin encontrar sentido a todo esto, pensando en lo fácil que sería dejarse llevar por la misma vorágine que los demás, abandonarse aunque solo fuera un instante y dejar que la marabunta me arrastrase por los mismos caminos que andan la gente corriente, sin preguntarse nada, dejando tan solo el cerebro en stand-by, poder llegar a ser un encefalograma plano; sin miedos, sin dudas, sin expectativas, sin sueños, sin metas, sin intentar trascender, sin querer participar, sin tan siquiera querer comprender. Ser ave de paso de una vida que se recorre en puntillas, casi sin dejar huella. Y me lo propongo un día, y otro, y otro más, y me pongo el mismo disfraz que visten esos extraños habitantes que pululan a mi alrededor, e intento con todas mis fuerzas parecerme a ellos, hacer las mismas cosas, acudir a los mismos sitios, hablar de los mismos temas intranscendentes, incluso intentar hacerme creer que son interesantes; pero en cada una de estas acciones sigue habiendo una vocecita allá mar adentro que me sigue torturando, e intento acallarla llenando mi vida de muchas más acciones cotidianas de las que todo el mundo es presa, pero es una voz demasiado chillona que aunque tenue sigue ahí, y lo peor de todo es que esa vocecilla me resulta familiar, es como la de una niña marisabidilla que sólo sueña con comerse el mundo, y me sigue gritando pese a la intensidad con la que quiero acallarla por completo, y aunque rebusque en los entresijos de mi conciencia para amordazarla sigue y sigue preguntando qué hago, por qué la abandono, por qué he dejado de luchar por ella..... Y cuando acaba la jornada, después de invertir todas mis fuerzas haciendo lo mismo que hacen los demás, después de no poder acallar la voz de mi conciencia ni un solo segundo, me doy cuenta, de que estoy tremendamente cansada, mucho más agotada que cuando nadaba contracorriente por intentar ser yo misma.....
>Ruth:31/3/10