Había una vez un sabio que vivía en la llanura de un valle a los pies del monté Kiptón. El valle resplandecía por su hermosura, en él se apreciaban los más bellos árboles frutales. Ni qué decir que el sabio se había convertido en vegetariano ya que solo se alimentaba de frutas y hojas silvestres. El valle era bordeado por el caudaloso afluente de un río importante.

Aquel hombre que a simple vista aparentaba más edad de la que verdaderamente tenía iba encorvado a causa de la artrosis que durante años se había apoderado de él. Vestido con su túnica se apoyaba en una larga rama que tóscamente había convertido en bastón. El sabio no siempre había vivido en el valle. De joven trabajó en una carpintería durante varios años. Pero un día decidió alejarse del mundanal ruido e ingresó en una comunidad de frailes. En pocos años de convirtió en abad de la congregación, cargo que ostentó hasta que se encontró mayor para tales tareas.

Una mañana, al alba, se levantó, recogió sus pocas pertenencias y partió hacia el valle que ahora habitaba. Se marchó de hurtadillas y a modo de despedida dejó una simple nota, ya que sabía que sus hermanos de comunidad no le dejarían marchar así como así y tampoco estaba dispuesto a dar muchas explicaciones, por otro lado, ninguna de las que tenía eran lógicas y defendibles, así que mejor marcharse antes de que nadie se lo pudiera impedir.

En el valle se encontraba feliz y decidió que allí esperaría su muerte en paz. Pero a menudo se entristecía porque desde allí poco podía hacer por cumplir su gran misión de sabio. Echaba de menos que la gente acudiera a él en busca de consejos prácticos o espirituales. Desde allí solo podía hablar con un sinfín de animales que se paseaban a sus anchas por los matorrales, o con las aves que anidaban en los árboles. Le gustaba conversar con ellos, incluso con los vegetales, pero a pesar de ello, le faltaba algo, ese algo vital que siempre había constituido el motor de energía para su vida cotidiana, el sentirse útil, fuese de la forma que fuese.

Aquella mañana se sentó en la gran roca que había cerca de la puerta de su choza, cabizbajo se repetía a sí mismo: “Piensa hombre, que para eso eres sabio. Algo habrá que puedas hacer sin tener que abandonar tu preciado paraíso”. Como única respuesta el murmullo del río, que con fuerza bramaba dejando sonar ese eco de agua fresca que humedecía el ambiente. Fue en aquel preciso instante, mientras el olor a hojarasca húmeda penetraba en sus sentidos cuando se le ocurrió aquella descabellada idea que catalogó de genial. Empezó a imaginar el recorrido del río e indudablemente llegó a la conclusión de que en algún momento llegaría al mar, a la costa, a las personas. Además traía la fuerza suficiente como para arrastrarle a él mismo. Durante unos instantes, pensativo se rascó la barba descuidada. “ !Eureka! -gritó al fin. Cada día escribiré un mensaje a modo de pauta o consejo que lanzaré en una botella al río” Tardó unos diez segundos en caer en la cuenta de que no poseía ni una única botella. Pero aquello en vez de desanimarle hizo que se aferrase más a su idea. Después de barajar varias posibilidades dio con la solución a su problema. Buscaría ramas pequeñas pero gruesas y con sus conocimientos de carpintería elaboraría canutillos. La idea era perforar las ramas hasta hacer un agujero fino pero lo bastante profundo como para introducir el papelito y protegerlo del agua.

De esto modo al día siguiente escribió su primera cita, la depositó dentro de una rama y la lanzó al río, esperanzado con que alguien la encontrase y preguntándose cuanto tiempo permanecería sumergida en el agua. “Quizá nunca la encuentren –se decía en voz baja, pero la voz de la esperanza gritaba con júbilo: Solo con que encuentren una y sirva a la persona que la obtenga, todo esfuerzo habrá merecido la pena.

Aquello se convirtió en un ritual, la primera acción del día, y cada tarde con sumo cariño el sabio preparaba la ramita que serviría de canutillo para el día siguiente…..

8 beduinos en el desierto:

Esperemos que encuentren los canutillos gente que los necesite...Aunque según está la cosa...alguno se los fuma jejeje. Veremos
Bésix

Jajajajajaja, qué bueno, pobre sabio, igual se ha quedado un poco desfasado, o quizás en sus papelitos ponga Fumar Mata jajaja.

Besos guapetón.

Joer con el sabio!!! que yo necesito de esos "canutos" y no tengo mar.
Bonito cuento

Tranquilo Lein, si necesitas de los canutos, los canutos llegarán a ti, por tierra, mar o aire, seguro que son muy versátiles y se las ingenian para llegar hasta ti, y si no, como mando yo en el cuento pues hago canutos voladores, que para eso es mi cuento.

Besos de zanahoria y manzana, tú ya sabes para qué.

Hola Ruth.
Me ha gustado tu relato, y acostumbrada a leerte otro tipo de escritos igual de bellos pero más concienzudos, el de hoy me ha resultado un soplo de aire fresco. Felicidades.

Felicidades... no sólo por tu post, sino porque es lo que te deseo en estos días.

Un beso.

Gracias Adelaida, yo también espero que estés pasando unos días agradables.

La verdad es que yo escribo varios estilos, lo que pasa es que hay etapas en los que me apetece más escribir unos que otros.

Gracias por la visita.

Muchos besos.

Que linda historia Ruth. Me ha gustado muchísimo. La mejor manera de compartir la sabiduría es haciendo algo por los demás!.
Te dejo un abrazo y espero seguir leyendote en próximo año.

Gracias amiga.

Muchos besos para ti.

Si no me vas a leer no hace falta que te pongas en la lista...

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Defiende tu derecho a pensar, porque incluso pensar de manera errónea, es mejor que no pensar....... HIPATIA DE ALEJANDRIA

GRACIAS JOSE ALFONSO

A Ruth Carlino (Viajando al desierto) .6 de Septiembre .Festividad de Ntra. Sra. de las Viñas .

"Percibo que, de repente,
conmigo viaja la gente.

Se paga al nacer, peaje
y todo es peregrinaje,
cada cual con su bagaje
en pos del cierto accidente.

Percibo que, de repente,
conmigo viaja la gente.

Trenet de feria es la vida.
Bien a la vuelta o en la ida,
sobre raíles se olvida
que no es cierto lo aparente.

Percibo que, de repente,
conmigo viaja la gente.

Llega el otro y marcha el uno.
El de acá es más oportunoque el de allá,
no habiendo alguno.
Todo igual es diferente.

Percibo que, de repente,
conmigo viaja la gente.

Quién soy yo; por dónde voy;
cuál será mi destino hoy,
me pregunto, por qué estoy
si al estar, vivo en pendiente.

Percibo que, de repente,
conmigo viaja la gente".

Jose Alfonso.
http://callejadelahoguera.blogspot.com/